Voluntariado08/09/2022

Caminemos juntos por un mañana mejor

María Navarrete, voluntaria de Cáritas Torreperogil y una de las dos participantes en el Camino de Santiago organizado para jóvenes por Cáritas Española, comparte la experiencia vivida.

Desde el día en el que me propusieron la oportunidad de vivir esta experiencia supe que nada podría aportarme y enriquecerme tanto como persona y como voluntaria joven de Cáritas.

Han sido 10 días llenos de compartir; emociones, experiencias, inquietudes, miedos, problemas… En definitiva, aprendiendo que hoy es por ti y mañana es por mí. En el momento que entré por las puertas de la sede de Madrid, me di cuenta de que después de estos kilómetros que iba a compartir con este grupo de jóvenes voluntarios de diferentes Cáritas diocesanas, estas personas tan impresionantes, nada volvería a ser como antes. Caminos hay muchos, y no lo digo solo yo, pero como este, ninguno. En estos días hemos aprendido a convivir, a compartir nuestras emociones y sensaciones, a salir por completo de nuestra zona de confort, viviendo una aventura cuyo centro no era ni más ni menos que el cuidado de lo que nos rodea, de quien nos rodea y de nosotros mismos. Nada de esto hubiese sido posible sin nuestro magnífico equipo motor y las Cáritas diocesanas que han participado en esta aventura, en especial a las diocesanas de Lugo y Santiago de Compostela.

Para mí no ha sido un camino más porque no era así como estaba planeado. En cada una de las etapas recorridas fuimos analizando y enfocándonos en cada uno de los 5 sentidos, prestando sumo cuidado en el camino con la naturaleza, en el paisaje, los sonidos, los aromas y esencias que nos acompañaban durante el mismo, recuperando y devolviendo el valor característico que tenía el tacto antes de la pandemia, y finalizando con la degustación de todos y cada uno de los sabores que íbamos encontrando en nuestro camino. Pero esto no es todo. Conforme superábamos etapas íbamos vaciando nuestra mochila y cargándola de nuevo con emociones distintas, de proyectos nuevos por compartir con nuestros núcleos de origen, de ideas de compañeros y sus diocesanas y un sinfín de risas y sonrisas de por medio.

En esta experiencia hemos compartido proyectos e inquietudes que nos han ido haciendo reflexionar y cambiar nuestro punto de vista en el plano de actuación en el voluntariado. Al mismo tiempo, hemos sido capaces de aprender a escuchar y comprender las necesidades que tienen en común y las que no las personas a lo largo de las diferentes diocesanas. teniendo en cuenta los proyectos en los que trabajan.

Del camino en general me quedo con las personas que he ido conociendo. Personas tan diferentes como la vida misma que hemos sido capaces de convertirnos en amigos y, durante estos 10 días, prácticamente en familia, esperemos que por mucho tiempo. Aunque el final fuese la llegada a la catedral de Santiago, este camino no ha hecho nada más que comenzar.