Acción social20/06/2025

«Cáritas fue un refugio cálido que me devolvió la esperanza»

El autor comparte su experiencia de acompañamiento por parte de Cáritas Jaén.

Me presento ante ustedes con el corazón lleno de emociones difíciles de expresar con palabras: gratitud, aprecio y recuerdos sinceros que jamás se borrarán.

Soy Mohamed Zouayga, llegué a Jaén en el año 2019, cargando sobre mis hombros la preocupación por mi pequeña familia, compuesta por mi esposa Fátima, que estaba en aquella época embarazado de nuestra hija Khadija, que ha nacido en esta tierra generosa, y por nuestros hijos, entre ellos nuestro hijo Ilyas, diagnosticado con trastorno del autismo. Llegamos sin conocer el idioma, sin apoyo, sin rumbo claro, dejando atrás nuestro país y más de quince años de servicio en la administración territorial local.

Pero esta tierra nos eligió, o así lo sentí, y nos acogió como una madre abrazaba a sus hijos. Conocí a la señora Anabel y al señor Álvaro, y con Cáritas se nos abrió una nueva puerta a la vida.

Cáritas no fue solo una institución social, sino un refugio cálido que me devolvió la esperanza y me mostró el camino hacia un nuevo comienzo. Jamás olvidaré los días vividos en la residencia de Santa Clara, donde recibimos apoyo, cuidados y un trato humano ejemplar por parte de un equipo maravilloso, entre ellos: Álvaro, Mari Carmen, Maite, Samuel y Juani.

Ellos no eran simplemente empleados, sino una familia verdadera en tiempos de soledad, rostros sonrientes cuando más necesitábamos una chispa de esperanza.

Mi agradecimiento profundo también va dirigido a Cáritas, en la persona de su director Rafael, Anabel y Álvaro, quienes no solo me ayudaron a levantarme de nuevo, sino que me acompañaron en el proceso de integración en el mercado laboral, abriéndome las puertas de la empresa Recuperaciones Redoble, donde he adquirido una experiencia valiosa que hoy valoro muchísimo.

Allí tuve la suerte de conocer a personas nobles como José, la señorita Marta, Isabel, Antonio y todos los compañeros y compañeras, a quienes respeto profundamente y llevo en mi corazón.

Y no puedo olvidar tampoco a la entidad Casa Besana y a todas sus trabajadoras, que acogieron y protegieron a mi esposa y mis hijos en los momentos más duros de la pandemia de la Covid-19. En plena crisis, ellas fueron un escudo de cariño, de humanidad y de protección.

Quisiera compartir que este mensaje tiene sus raíces en un libro que comencé a escribir durante el confinamiento, mientras me encontraba en el Hogar Santa Clara. Allí encontré la tranquilidad que mi alma necesitaba, y mi pluma empezó a dar forma a todo lo que llevaba dentro. Escribir siempre ha sido mi pasión, y lo hago en árabe, mi lengua materna.

Con la ayuda de Dios, cuando logre publicar este libro, lo traduciré al español y, con gran orgullo y gratitud, dejaré una copia como símbolo de amor y reconocimiento. Porque, como saben, soy un hijo agradecido, y jamás podría olvidar una mano que me sostuvo en el momento de mayor vulnerabilidad. He vivido con Cáritas momentos que quedarán grabados en mi memoria, porque fueron instantes de humanidad verdadera.

Aprendí de ustedes que la verdadera humanidad no necesita idioma, que el amor sincero no clasifica a las personas por su color, nacionalidad o religión. Existen personas que Dios ha puesto en este mundo para ser luz en la oscuridad de otros.

Ustedes son esa luz. Ustedes son ese calor. Ustedes nos dieron todo cuando ya no teníamos nada.

Desde lo más profundo de mi corazón, agradezco a cada uno y cada una de ustedes, y les digo: Porque gracias a ustedes, sonríe Ilyas. Gracias a ustedes, sonríe mi familia. Hoy respiramos una nueva esperanza.