Acción social25/10/2022

Dios es amor

Testimonio: "Con Gerard, pasé de la indiferencia a llegar a ver los ojos del Señor conforme fui conociéndolo. Una vez ves los ojos del Señor, ya no puedes dejar de mirarlos".

Algunas veces me pregunto por qué tengo tanta suerte en recibir tanto amor como el que recibo diariamente. Y tengo que confesar que es un amor «diferente», inusual, para los tiempos que corren. Seguramente incomprendido. Pero es un amor puro, y del que una vez que lo experimentas, lo necesitas día tras día. Y te hace feliz.

Con Gerard, pasé de la indiferencia a llegar a ver los ojos del Señor conforme fui conociéndolo. Una vez ves los ojos del Señor, ya no puedes dejar de mirarlos.

Encontramos una persona que aparentemente no tenía nada, pero que tenía mucho que dar, aunque nos costara al principio descubrir qué era.

La calle te deja «fuera de cobertura», haciéndote perder esa conexión directa con el mundo, impidiéndote ser parte del mismo en muchas facetas que hoy son esenciales. Pero lo que nunca te va a quitar la calle es tu esencia, ser quién eres y por qué estás aquí. Gerard reunía todos los requisitos para no formar parte de esta sociedad: no tenía documentación, no hablaba bien el idioma, llevaba más de 30 años sin saber nada de su familia… y no tener casa lo estaba «matando». Porque la calle mata. Hasta que, de repente, el Señor empezó a obrar el milagro, poniendo en nuestras manos las herramientas necesarias para poder acompañarlo.

Son muchas personas las que hemos tenido la bendición de haber participado en el proceso de Gerard y, que a día de hoy, haya recuperado después de tantos años un lugar digno y una relación con su familia, después de tantos años.

La oración, la fe y la esperanza, son los mayores enemigos de todas las dificultades que se nos han ido poniendo en este precioso camino para poder llegar a disfrutar de este «final» feliz.

Mientras el Señor quiera y nos deje, nunca dejaremos de gritarlo: ¡Nadie sin Hogar!