Acción social29/09/2025

Un banquete de caminos y esperanzas en la Casa de la Luz de Cáritas

"En torno a una mesa, más ancha que las fronteras y más honda que los silencios, se encontraron los pasos de muchos. La mesa no era sólo de madera: era memoria, viaje, futuro compartido".

En torno a una mesa, más ancha que las fronteras y más honda que los silencios, se encontraron los pasos de muchos. La mesa no era sólo de madera: era memoria, viaje, futuro compartido.

Francis llegó con la alegría sencilla de quien se sabe acompañante.

Allí estaban Hicham y Rahhal, trayendo consigo los sabores de Marruecos, el pinchito de pollo y la caldereta de cordero que hablaban de su tierra y de su infancia.

Isa y Francis compartieron una pipirrana fresca, luminosa como los colores del verano, un puente entre la huerta y la amistad.

José Ramón puso en la mesa el arroz blanco de Guinea Ecuatorial, y junto a él, Adama acercó el alloco, plátano frito dorado, de Costa de Marfil: dos platos sencillos que juntos se volvían abrazo.

De Senegal llegó Amet más tarde, del trabajo, con la sonrisa grande. Dispuesto a disfrutar de la comida apartada.
Desde Nueva Guinea, Aboubacar trajo su rigra, ese arroz con pollo picante que arde como el deseo de vivir y no dejar de soñar.

Eran muchos los nombres, los acentos, las manos. Y cada uno llevaba no sólo un plato, sino una historia, una enfermedad, una dolencia, unos estudios, un trabajo, un sufrimiento, una esperanza, un pedazo de patria, un gesto de hospitalidad. La mesa se volvió entonces un mundo pequeño: un atlas de aromas y sabores donde el hambre se transformaba en comunidad y el desarraigo en compañía.

Cáritas, en su tarea de acompañar, había tendido no sólo un mantel, sino un horizonte compartido, descubriendo en medio de todos que migrar no es perderse, sino encontrarse con otros que, al abrir sus manos, te dicen: “bienvenido a casa”.