El Jubileo de los Trabajadores alza la voz para reivindicar la dignidad del trabajo y de quienes lo realizan
La iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente en la Diócesis de Jaén celebra una jornada de oración y denuncia, encuentro y esperanza.
El Jubileo de los Trabajadores en la Diócesis de Jaén convocó, el pasado sábado, a poner en el centro lo que el mundo suele relegar a los márgenes: la dignidad del trabajo y de quienes lo realizan. Desde la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD), se celebró una jornada que fue oración y denuncia, encuentro y esperanza.
La jornada comenzó en el Camarín de Jesús. Los asistentes se reunieron para celebrar la vida que resiste en medio de la precariedad, iluminados por el testimonio de Jannet, trabajadora del hogar, que llegó a Jaén desde Perú con una maleta llena de esperanza, clamando cómo se puede normalizar que una mujer trabaje sin contrato, sin derecho a enfermarse, sin tiempo libre porque trabajar como interna es vivir en la casa donde se trabaja, estando siempre disponible sim mejor que marque la salida, ni días festivos que permitan un descanso. Emigrar, concluyó, no debería significar renunciar a una vida y trabajo dignos.
Con ese testimonio se condujeron en peregrinación hacia el Obispado. La Palabra se hizo paso: una palabra que consuela, pero también sacude, que visibiliza esa realidad rota por un sistema que no pone a la persona en el centro, recordando allí a los 19 obreros fallecidos en accidentes laborales en 2024. Y como si se estuviera a la puerta de una fábrica, se proclamó el manifiesto de la ITD con motivo del Día Internacional de la Seguridad y Salud en el Trabajo, cuyo acento este año se pone en la salud mental de los trabajadores, haciendo un llamamiento a la sociedad sobre la situación de tantas personas que, por padecer una enfermedad mental, no pueden acceder a un empleo y de aquellas otras que debido a las condiciones laborales terminar sufriendo alguna enfermedad mental.
La peregrinación siguió hacia la Catedral de Jaén, donde la HOAC presentó su campaña “Cuidar el trabajo, cuidar la vida”, una mirada compasiva al mundo obrero, centrada en cuidar, potenciar y transformar una realidad injusta y doliente que necesita de una comunidad que acompañe. Por ello, se repartió un folleto con el decálogo «Reaprender a ser comunidad”.
La eucaristía, presidida por el vicario general de la diócesis, Juan Ignacio Damas, fue un gesto profético: grito común y luz encendida. En su predicación, recordó que el Jubileo no es solo culto, sino vida. Abarca el descanso de la tierra, la condonación de deudas, el trabajo para todos y la liberación de quienes sufren la esclavitud moderna. El Jubileo es el año de gracia, el anuncio de la buena noticia a los pobres, la reconciliación y la libertad. “El Señor que libera nos llama a dar la buena noticia al mundo obrero empobrecido”, proclamó. “Nos llama a una pesca abundante si nos dejamos acompañar por Él”, añadió Damas.
El Jubileo fue una llamada sin fronteras: a quienes buscan trabajo y a quienes lo sufren; a los que luchan por sus derechos y a quienes ya no tienen fuerzas; a los que creen y a los que dudan; a los migrantes, a las mujeres que limpian el mundo sin reconocimiento, a los jóvenes atrapados en contratos basura y a los mayores a quienes se les ha robado el futuro ganado. La mesa de la Eucaristía es ancha: cabemos todos, porque el dolor es compartido… y también lo es la esperanza.
El Papa Francisco, en “Fratelli tutti”, lo recuerda: el trabajo no es una mercancía, es vocación, participación en la creación, camino de comunión. El trabajo decente no es un adorno: es un derecho sagrado. Un trabajo que no enferma ni mata, que no roba el tiempo de vida.
Desde la ITD se alzó una voz profética para dar nombre al sufrimiento del mundo obrero: la precariedad, la falta de acceso a la vivienda, la inestabilidad emocional y vital. Frente a contratos que no permiten vivir, sueldos que no llegan a fin de mes, ritmos que agotan el cuerpo y apagan el alma, se alza el grito del Jubileo: liberar al mundo obrero del paro, la precariedad y el olvido.
Fuente: HOAC Jaén