Noticia11/11/2022

Manos Unidas invita a «encender el compromiso» con sus «24 horas para iluminar al mundo»

La parroquia de San Pedro Poveda acoge el gesto de senbilización que busca acabar con las “partes ensombrecidas” causadas por el hambre, las desigualdades y las injusticias que siguen existiendo.

«Enciende tu compromiso». Es el lema escogido por Manos Unidas para la celebración de la décima edición de sus «24 horas para iluminar al mundo». Dentro de las actividades de la Semana de los Pobres en la Diócesis de Jaén, en torno a la VI Jornada Mundial de los Pobres, el jueves por la tarde se programó, en la parroquia de San Pedro Poveda, esta iniciativa, con el propósito de visibilizar el compromiso con las peRsonas que sufren situaciones de injusticia en todo el planeta. En el acto, en el que participó más de un centenar de personas de todas las edades, estuvo presidido por el párroco de San Pedro Poveda, Julio Segurado, y se celebró en el patio de la parroquia. Los asistentes iluminaron su velas y, tras un canto de ambientación, se procedió a la lectura del Manifiesto de 2022, que se reproduce a continuación: 

MANIFIESTO 24 HORAS 2022
Luz, justicia y paz

“Porque todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día,
no sois de la noche ni de las tinieblas” (1 Tes 5,5).

Un gesto no parece que tenga mucha importancia. Sin embargo, nuestra actitud frente a una persona, o nuestra forma de pensar y de sentir, pueden cambiar ante un sencillo gesto de generosidad o de amabilidad.
El gesto de encender una llama, una luz, no parece tener una gran transcendencia. Sin embargo, cuando en una casa apagada o en un camino oscuro, somos capaces de encender una pequeña luminaria, esa nos basta para encontrar la senda o hallar más seguridad.
Desde Manos Unidas queremos que este gesto de encender una llama lo cargues de sentido:

1. Recordando la noche de la pascua, cuando en medio de la noche, Cristo Resucitado, Luz de Luz, destruyó las tinieblas de la muerte y del pecado.

2. Manifestando tu propio bautismo, donde te hiciste hijo de Dios, y te convertiste en hijo de la Luz, es decir, hijo del Amor divino.

3. Parando por un momento tu afán cotidiano y elevando tu espíritu en oración, que siempre inunda de energía y paz nuestro ser.

4. Teniendo presente a todos los hombres y mujeres vulnerables y necesitados, que tanto necesitan que la gente buena, los hijos de la luz, sigan trabajando y luchando para que triunfe el bien en
este mundo.

¿Y en nombre de quién lo hacemos?

    • En nombre de Dios que ha creado a todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos, para poblar la tierra y difundir en ella los valores del bien, la caridad y la paz.
    • En nombre de la inocente alma humana que Dios ha prohibido matar, afirmando que quien mata a una persona es como si hubiese matado a toda la humanidad y quien salva a una es como si hubiese salvado a la humanidad entera.
    • En nombre de los pobres, de los desdichados, de los necesitados y de los marginados que Dios ha ordenado socorrer como un deber requerido a todos los hombres y en modo particular a cada hombre acaudalado y acomodado.
    • En nombre de los huérfanos, de las viudas, de los refugiados y de los exiliados de sus casas y de sus pueblos; de todas las víctimas de las guerras, las persecuciones y las injusticias; de los débiles, de cuantos viven en el miedo, de los prisioneros de guerra y de los torturados en cualquier parte del mundo, sin distinción alguna.
    • En nombre de los pueblos que han perdido la seguridad, la paz y la convivencia común, siendo víctimas de la destrucción, de la ruina y de las guerras.
    • En nombre de la fraternidad humana que abraza a todos los hombres, los une y los hace iguales.
    • En nombre de esta fraternidad golpeada por las políticas de integrismo y división y por los sistemas de ganancia insaciable y las tendencias ideológicas odiosas, que manipulan las acciones y los destinos de los hombres.
    • En nombre de la libertad, que Dios ha dado a todos los seres humanos, creándolos libres y distinguiéndolos con ella.
    • En nombre de la justicia y de la misericordia, fundamentos de la prosperidad y quicios de la fe.
    • En nombre de todas las personas de buena voluntad, presentes en cada rincón de la tierra.

Guarda un minuto de silencio. Reza un Padre Nuestro. Y en lo más hondo de ti, ofrécete para ser un instrumento de paz y esperanza allí donde estés, y dispón tu inteligencia y tus capacidades para hacer lo que esté en tu mano por ayudar y servir a los que menos tienen, tanto cercanos como lejanos. No te olvides: donde haya justicia, allí reinará la paz.

Oración

Señor, Dios de paz, escucha nuestra súplica. Hemos intentado muchas veces y durante muchos años resolver nuestros conflictos con nuestras fuerzas, y también con nuestras armas; tantos momentos de hostilidad y de oscuridad; tanta sangre derramada; tantas vidas destrozadas; tantas esperanzas abatidas…
Pero nuestros esfuerzos han sido en vano. Ahora, Señor, ayúdanos tú.
Danos tú la paz, enséñanos tú la paz, guíanos tú hacia la paz.
Abre nuestros ojos y nuestros corazones, y danos la valentía para decir:
«¡Nunca más la guerra!»; «con la guerra, todo queda destruido».
Infúndenos el valor de llevar a cabo gestos concretos para construir la paz.
Señor, Dios de Abraham y los Profetas, Dios amor que nos has creado y nos llamas a vivir como hermanos, danos la fuerza para ser cada día artesanos de la paz; danos la capacidad de mirar con benevolencia a todos los hermanos que encontramos en nuestro camino.
Haznos disponibles para escuchar el clamor de nuestros ciudadanos que nos piden transformar nuestras armas en instrumentos de paz, nuestros temores en confianza y nuestras tensiones en perdón.
Mantén encendida en nosotros la llama de la esperanza para tomar con paciente perseverancia opciones de diálogo y reconciliación, para que finalmente triunfe la paz. Y que sean desterradas del corazón de todo hombre estas palabras: división, odio, guerra. Señor, desarma la lengua y las manos, renueva los corazones y las mentes, para que la palabra que nos lleva al encuentro sea siempre «hermano», y el estilo de nuestra vida se convierta en shalom, paz.
Amén.